Un centro de belleza, pero no uno más, uno particular. El proyecto, el diseño… surgió solo, de forma natural, sin complicaciones, como las cosas que pasan porque sí entre dos personas que se entienden.
Conozco a Sabrina de hace tiempo, en seguida conectamos y de una relación profesional surgió una bonita amistad… Siempre soñábamos en alto cómo sería el local cuando se decidiera a iniciar el vuelo y trasladarse al centro. El momento llegó y tuvimos la inmensa suerte de que confiara en nosotros para este proyecto tan especial. No dejo de admirar a la gente emprendedora, sobre todo aquella que se lanza en solitario, que se arma de valor y tira para adelante con las ideas muy claras y una seguridad en sí misma envidiable.
La primera vez que visité el local me arrancó una sonrisa, pues este espacio fue testigo de noches memorables con mis amigas hace ya algunos años y que recuerdo con mucho cariño. Si hace 20 años me hubieran dicho que acabaría reformando este sitio para darle una nueva vida totalmente diferente, no lo hubiera creído.
Así que a la responsabilidad de hacer este trabajo para una persona que confía 100% en ti se le añadía la de hacer un buen trabajo en un local de Albacete tan mítico para la gente de mi generación. Esperamos haberlo conseguido…
Nuestro punto de partida fueron las sensaciones, las emociones, los detalles… y es que Sabrina es muy intuitiva y tiene un trabajo precioso. Sus tratamientos son de quitarse el sombrero y hace que salgas de allí con la energía por las nubes y sintiéndote la mejor versión de ti mism@.
Nos propusimos llamar la atención desde la calle pero desde la discreción, el detalle, el dejar ver lo justo. Una fachada muy sobria con dos grandes ventanales velados por una fila de listones de madera, que dejan entrever algo de lo que pasa allí dentro. La fachada tiene su punto de impacto en la puerta de entrada. Una maravillosa puerta de acero inoxidable y vidrio, enmarcada por una pieza volada que le da notoriedad y protege en los días lluviosos. La parte ciega juega el papel de espejo, te llama desde la calle para que te acerques, te veas y repares un momento en ti, en medio de esta vida tan agitada que todos llevamos, con tanta prisa…
Una vez que entras, te encuentras un espacio amplio, agradable, con diferentes ambientes preestablecidos (recepción y venta de productos, manicura, maquillaje y sala de espera). Queríamos un espacio bonito y elegante, fino pero austero; y a la vez muy personal, muy característico de la persona que está al frente. Buscando siempre la flexibilidad y el aprovechamiento, ideamos un espacio de uso polivalente para que, moviendo el mobiliario, pudiera transformarse en un aula o espacio para organizar algún evento ocasional.
La discreción y la tranquilidad están garantizadas para que los tratamientos se lleven a cabo desde el silencio y la abstracción. Los gabinetes se concibieron como celdas en el sentido del menos es más, una camilla bien vestida, una encimera volada de madera y un juego de luces que se regula en función de la actividad que se esté llevando a cabo. Una pared con un tono que destaca en el blanco más absoluto y poco más para poner atención en lo que realmente importa, en las sensaciones y en la relajación.
Todo el proyecto se ha llevado a cabo con muy pocos materiales y colores: madera, acero y hormigón; rosa gastado, topo y blanco. Calidez, frescura y sobriedad. Los muebles los diseñamos a medida para aprovechar bien los espacios y, junto a la iluminación, se han situado estratégicamente para dar forma a los diferentes ambientes. La madera oscura del nogal y los toques dorados dan calidez y sofisticación a un espacio muy austero; las plantas y el terciopelo de las sillas de espera hacen el resto.
Le deseamos el mayor de los éxitos aunque con este paso que ha dado creemos que ya lo ha conseguido. Gracias S., ¡ha sido un placer ser parte de este bonito proceso de cambio!
Si os pica la curiosidad y queréis ver el estado previo del local, os dejo unas imágenes.